by JUANCA
jueves, 15 de junio de 2017


L'acte amb el lema "Sortiu i disfruteu" tindrà la participació de Pep Guardiola, Ferran Adrià i Sergi Pàmies. Una xerrada amb especial atenció a la figura de Johan Cruyff, llegenda del futbol mundial, que va donar una lliçó magistral de vida, de filosofia del futbol i de treball en equip.





jueves, 9 de marzo de 2017



viernes, 25 de noviembre de 2016
 

"Nunca he visto a un hombre atrapar el mundo entero en la palma de su mano de esa forma". Así describe Peter Freestone, asistente personal de Freddie Mercury, todo lo que sucedió el 12 de julio de 1986 en el estadio de Wembley, de Londres. El concierto pasaría a la historia de la música y de la cultura popular: el mundo dejó de girar durante tres horas y toda una generación asociaría para siempre al líder de Queen con esa chaqueta amarilla, ese mostacho y ese éxtasis musical casi religioso.
Lo más fascinante de aquel espectáculo es que se puede percibir cómo el cantante es perfectamente consciente de que está haciendo historia. Tanto, que ni siquiera le hizo falta una canción de verdad para despertar el fervor de 70.000 creyentes: le bastó con una improvisación de apenas 2 minutos. Hoy, más de 30 años después y en el 25º aniversario de su muerte, esa aparentemente intrascendente improvisación condensa todo lo que convirtió a Freddie Mercury en una leyenda.
Durante un minuto y 57 segundos, Mercury consigue parar el mundo de nuevo. Y eso es lo más cerca que se puede estar de la inmortalidad

Era el escenario más grande construido hasta el momento, y se le quedaba pequeño. Mercury se pasea como un animal que sabe que conquista inmediatamente el terreno que pisa, y en ningún momento parece intimidado ante la responsabilidad de seducir a 70.000 personas. Resulta tan chulesco como entrañable. Sus posturas triunfales mientras improvisa, a medio camino entre la ópera y la verbena de pueblo, generaron una corriente eléctrica que consiguió que el público no sintiese que estaba repitiendo cantos tiroleses, sino que formaba parte de la historia de la música.

 
"No puedo llegar tan alto, vamos a bajar otra vez", reconoce el cantante en el vídeo. Pero enseguida vuelve a elevar su voz con una magnitud que no cabía en Wembley. A pesar de que el rango vocal de Mercury llegaba a la estratosfera como pocos cantantes masculinos han logrado, daba la sensación de que su vigor no nacía de la técnica, sino de las entrañas. El público respondió entusiasmado a sus gorgoritos, porque Freddie se lo estaba tomando tan en serio como si se tratase de la última canción de su vida.

 
El flautista de Hamelin era un aficionado al lado de Mercury. Aquella masa entregada había pagado 17 euros por la entrada, en la que sin duda es la mejor inversión de toda su vida. Y se dejaron llevar por la euforia de Queen. La indumentaria de Mercury le hace parecer un líder militar sacado de un sueño, y sostiene su característico micrófono con la actitud épica de quien ostenta un cetro. Le falta la corona, pero ya se encarga él de comportarse como si fuera el rey del mundo. El público estaba tan a sus pies que si al terminar el concierto Freddie llega a proponer invadir Polonia, esas 70000 personas le habrían seguido sin pensarlo dos veces.
 
Un anfitrión divertido que invita a todo el mundo a la fiesta
Despedir el numerito con ese "que os jodan" y recibir una ovación como respuesta es algo que solo pueden permitirse las estrellas de verdad. Mercury se ha metido a Wembley entero en el bolsillo, y lo ha conseguido porque la arrogancia solo es carismática cuando nace de la positividad y no de la prepotencia. El cantante arranca su improvisación con un mini/cachi/maceta en la mano, que le haría parecer el borracho de turno de la fiesta si no fuera porque su presencia es majestuosa. Él es el primero en sorprenderse por lo receptivo que está el público, y parece querer poner a prueba la obediencia de sus fieles, pero no lo hace con superioridad (aunque la disfruta), sino invitando a todo el mundo a la fiesta.

 
La estrambótica energía de Mercury sobre el escenario despertó multitud de comentarios acerca de su sexualidad, pero a él no podía importarle menos. Otros artistas habrían sentido pudor, pero Freddie se dejaba llevar por la teatralidad y grandilocuencia, siempre buscando sacar adelante el mayor espectáculo del mundo. Él sabía que el problema lo tenían los demás. Si un artista se pasa de prudente y pisa el freno, conseguirá pasar desapercibido, pero nunca hará historia.


Un minuto y 58 segundos donde se para el mundo

Poco antes de su muerte, Mercury lanzó The show must go on (El espectáculo debe continuar), y se convirtió en un credo. Para él no era una frase hecha, sino una forma de vida. El espectáculo siguió, pero no le dejó atrás. Pasó sus últimos días obsesionado con seguir componiendo y grabando, sentía la necesidad de alimentar su legado. Lo cierto es que cuando murió aquel 24 de noviembre de 1991, Freddie Mercury ya era mucho más que un cantante: formaba parte de la vida de millones de personas. Recuperar hoy aquel espontáneo y entrañable juego entre el rey y sus súbditos hace que, durante un minuto y 57 segundos, Freddie Mercury consiga parar el mundo de nuevo. Y eso es lo más cerca que se puede estar de la inmortalidad.
miércoles, 23 de noviembre de 2016
martes, 11 de octubre de 2016
Conor O´Malley (Lewis MacDougall) es un chico que a sus 13 años ha tenido que asumir muchas responsabilidades. Tras la separación de sus padres y la grave enfermedad que padece su madre (Felicity Jones), se ha visto obligado a tomar las riendas de su hogar. Además, debido al acoso escolar que sufre en el colegio, ha creado un mundo de fantasía plagado de hadas, duendes y demás criaturas maravillosas, que le permite escapar de su rutina y superar sus miedos. Porque incluso en su propio ambiente familiar, su inventiva tiene que enfrentarse incluso con la visión de su fría y calculadora abuela (Sigourney Weaver).

A través de la ventana de su habitación, el joven puede divisar un tejo, un viejo árbol que lleva en pie miles de años. Unos minutos después de la medianoche, Conor despierta y se encuentra con un monstruo (Liam Neeson) a través del cristal. Pero no se trata de la aterradora criatura que él esperaba, la que aparece en la pesadilla que tiene casi todas las noches desde que su madre empezó el duro e inacabable tratamiento contra el cáncer. No, este monstruo es muy diferente, y quiere lo más peligroso de todo: la verdad. ¿Podrá este increíble árbol que ha cobrado vida en su imaginación ayudarle a superar sus problemas?

Juan Antonio Bayona (Lo imposible, El orfanato) dirige este drama fantástico basado en el libro Un monstruo viene a verme del escritor Patrick Ness, que también escribe el guión del film. La película cuenta con la presencia de actores internacionales como Felicity Jones (La teoría del todo, The Amazing Spider-Man 2: El poder de Electro), Liam Neeson (Una noche para sobrevivir, Mil maneras de morder el polvo), Sigourney Weaver (Exodus: Dioses y reyes, Convención en Cedar Rapids), Toby Kebbel (Cuatro Fantásticos, El consejero), Geraldine Chaplin (El orfanato, Encontrarás dragones), además del joven actor Lewis MacDougall (Pan: Viaje a Nunca Jamás) como el niño protagonista. 





Las memorias de la mayor leyenda del fútbol moderno.

Considerado como una de las figuras más extraordinarias de la historia del fútbol, su estilo futbolístico y su filosofía han influido en entrenadores y jugadores de la talla de Pep Guardiola, Arsène Wenger, Eric Cantona y Xavi. Los recientes éxitos del fútbol español, tanto a nivel de club como a nivel internacional, han sido considerados por muchos como el evidente resultado del impacto de Cruyff en el fútbol contemporáneo.


14. La autobiografía, de Johan Cruyff, cuenta la historia personal y profesional de Cruyff, y nos revela la filosofía que definió su juego y que tanto ha marcado a generaciones de futbolistas, entrenadores y seguidores.«El lenguaje de Cruyff es tan universal como su lógica, así que su obra trasciende a su persona, hasta convertirse en una religión cuya arma es inocua: se explica a partir de un balón y de un rondo de la misma manera que el juego depende de un centímetro y de un segundo, como se advierte en cada partido del Barça. 


jueves, 29 de septiembre de 2016
jueves, 8 de septiembre de 2016
Nueva York es azulgrana. Este jueves, el Barça se ha colado en los ojos de miles de neoyorquinos que han querido disfrutar de la belleza del ‘skyline’ de la ciudad que nunca duerme. Uno de los edificios más emblemáticos de Manhattan, el Empire State Building se iluminó esta madrugada con los colores azulgrana como reconocimiento al cuadro catalán y a su Fundación por su alianza con Unicef ​​en el año de su décimo aniversario. Dicho alumbrado también representa la bienvenida de la ciudad al Barça y en su nueva sede, la oficina comercial que el club inauguró este martes en Nueva York.

martes, 30 de agosto de 2016

El cómico Gene Wilder una de las figuras más populares en su género, ha fallecido a los 83 años en su casa en Stamford (Connecticut) por complicaciones derivadas del alzhéimer que sufría desde hacía tres años, según un comunicado de su sobrino. Wilder forma parte del imaginario colectivo gracias a su participación en títulos como Sillas de montar calientes, Un mundo de fantasía (Willy Wonka y la fábrica de chocolate), El jovencito Frankentein, Los productores, La mujer de rojo o No me chilles que no te veo.
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Wilder, cuyo auténtico nombre era Jerome Silberman, fue dos veces candidato al Oscar: como actor de reparto por Los productores en 1969 y como coguionista de El jovencito Frankenstein en 1975. En televisión logró una candidatura a los Emmy en 2003 por su aparición en Will & Grace. Al final de los setenta y en los ochenta, trabajó en cuatro películas junto a Richard Priord, convirtiéndose en una de las parejas cómicas interraciales más famosas de la historia del cine gracias a El expreso de Chicago, Locos de remate, No me chilles que no te veo y No me mientas que te creo. Ese invento, el de la pareja Pryor-Wilder, fue una creación de Arthur Hiller, que murió también hace dos semanas. Él los emparejó en El expreso de Chicago. Pryor y Wilder nunca se llevaron bien, por la adicción a las drogas de Pryor. Curiosamente, su última colaboración, No me mientas... que te creo, en 1991, fue la última aparición de ambos en la gran pantalla: Pryor se retiró por culpa de una esclerosis múltiple que se puede intuir en esa comedia y por la que moriría en 2005.
Pero si alguien marcó la carrera de Wilder, es sin duda Mel Brooks que le puso al frente de El jovencito Frankenstein, Sillas de montar calientes y Los productores. Brooks impulsó también su aparición en Will & Grace.

 Wilder había estudiado Interpretación en la Universidad de Iowa y en Bristol, en Reino Unidos antes de servir dos años en la Armada estadounidense entre 1956 y 1958. Al licenciarse, volvió a los estudios, y otro actor, Charles Grodin, le convenció para que entrar en el Actors Studio. Allí fue donde cambió su nombre y desde allí, la escuela de Lee Strasberg, empezó a trabajar en el off-Broadway como Roots y The Complaisant Lover, por el que recibió el galardón Clarence Denwert. En 1964, trabajó en Madre coraje con Anne Bancroft. A la actriz le gustó Wilder y se lo presentó a su marido, Mel Brooks. Él le prometió un papel en una alocada comedia con una subtrama con un musical filonazi, pero aún tardaría tres años en poder producir Los productores, cuando Wilder ya había debutado en la gran pantalla con Bonnie y Clyde. A las pocas horas del óbito, el cineasta y escritor se despidió de su actor en Twitter, al que definió como uno de los “auténticos grandes talentos de nuestro tiempo”.

En sus años de gloria, los setenta y los ochenta, este cómico judío nacido en una familia de inmigrantes rusos en Milwaukee, dirigió cinco películas: El hermano más listo de Sherlock Holmes, El mejor amante del mundo, Los seductores, La mujer de rojo y Terrorífica luna de miel, todas protagonizadas por él. En esos años actuó también en otras comedias como El pequeño príncipe, donde daba vida al zorro, o Todo lo que usted siempre quiso saber sobre el sexo pero nunca se atrevió a preguntar, de Woody Allen, en la que se enamoraba de una oveja, Daisy.

La tercera de sus cuatro esposas fue Gilda Radner, otro gran talento cómico. Su muerte a los 42 años en 1989, por cáncer de ovarios, llevó a Wilder a involucrarse en actos y fundaciones contra esta enfermedad. El cómico dejó de actuar por voluntad propia, según le contó a Alec Baldwin en una entrevista para el canal TCM en 2008: "Me di cuenta de que no me gusta el show business. En realidad, me gusta el show, detesto el business". Y dedicó su tiempo a obras benéficas, a escribir sus memorias -que publicó en 2005-, tres novelas y una recopilación de cuentos, y a pintar acuarelas junto a su cuarta esposa, Karen Webb, una amiga a la que conoció cuando ella le enseñó a él a leer en los labios para el rodaje de No me chilles que no te veo, y con quien se casó en 1991.